Por: Alejandra Martínez Silva / 11 B
Tras la ruta del ganado, el ruido de los caballos, el sonido del arpa y un grito de júbilo nace Villavicencio.
Tierra agreste, mágica, colorida.
Junto a las corocoras vuela verde y húmeda
recia y mansa
con la fantasía de un lugar indescifrable
y entonces llegan galopando aquellas bestias como si quisieran alcanzar el sol.
Y aquel samán del parque central, que pareciera besar el cielo.
En un deseo de volar junto a las garzas, llegando a tierras infinitas, orgullosas. A tierras llaneras.
Como Dijo Issac Tacha, en aquel regalo a la ciudad “Hermosa estampla tropical son los divinos
paisajes de mi tierra, tu eres postal viviente preciosa gema de Colombia entera".
Esta parte sí que es cierta, ya que Villavicencio da la bienvenida a quienes somos de afuera y una agradable despedida quienes se van.
Son sus festivales que enamoran, dulces mujeres, fuertes y comprometidas, una ciudad con encanto y un encanto hecho ciudad.
Ni hablar de su comida y las noches.
Aquellas noches despejadas y llenas de estrellas, llenas de emoción, música y verbena.
Que dan paso a una mañana naranja, calida, húmeda e impredecible
¡Y amanece Villavicencio !
¡Felicidades por tus 169
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